domingo, 14 de diciembre de 2008

Ay... la felicidad.
Al fin encontró la respuesta.

domingo, 7 de diciembre de 2008


¡Manos arriba¡
El helicoptero de la guardia civil
descubre al fin, gracias a la colaboracion ciudadana, el escondrijo del portalico.
A estas alturas casi todos lo habréis visto.
Si no es así, no os lo perdáis. Sin duda estamos ante un clásico imprescindible.
Practicando yoga en Cambados durante las fiestas del albariño.
www.xpalmer.com/Humor/PresentacionesPowerPoint/Yoga.pps -

sábado, 6 de diciembre de 2008


Por el bosque de noche, camino de casa de la abuelita.

Seguro que más de uno habrá que

reparos ponga a esta historia

que sepan que es realidad

que no es ficción ni memoria

y que a aquel que no la crea

que Dios lo tenga en su Gloria.

Anónimo.

“QUE ME QUITEN LO BAILAO”

Aquel día no había sido ni mejor ni peor que otros muchos o eso al menos pensó cuando andaba dolorido y titubeante camino de la cama con un vaso de agua a medio derramar. Pronto se quedó dormido, sin embargo, de repente, y obedeciendo ordenes de origen desconcocido, su cerebro empezó a lanzar imágenes a toda velocidad. Algo o alguien rebuscaba en sus archivos tratando de encontrar el origen de la que, cruel e irremediablemente, iba a ser su última derrota.

Nada tuvo que ver el empeño de su madre por atiborrarlo de maicena y pelargón tuviera o no hambre, ni que él las disfrutara. Ni aquel golpe que sufrió cuando calentaba para su fallido debut como jugador de balonmano de la liga regular del instituto. O fue balonvolea. Ni aquel día que se encontró una grapadora que no funcionaba tirada en el suelo cuando iba camino de la escuela. Tampoco porque el día de su 1ª comunión pisara un charco pringándose hasta las rodillas para espanto de la comitiva. Ni porque a su padre solo lo viera de tarde en tarde, que su madre ya se encargó de darle lo que aquél no pudo, unas veces con las zapatillas de trapo, otras de revés con la izquierda. Quizá fuera por culpa de aquel día que se quedó dormido en el seillas y se despertó en otro lugar, o aquel otro que asomado a la ventana vio pasar una estrella fugaz. O por aquella vez que le cargaron la gimnasia para solivianto de las vacaciones familiares prematuramente recortadas por el impertinente proceso recuperatorio. No, definitivamente no era culpa de aquellas chanclas de goma y evilla con las que se bañó hasta la pubertad, ni por comerse las pipas con cáscara. Ni por mirar aquellas minifaldas, y aquellos shortcitos, ni por haber soñado que estaba en marte, ni por haber estado en la luna más veces de las recomendables. No, la respuesta no era esa.

Nada de eso había desencadenado aquella estúpida situación, tampoco el hecho de que un día estuviera a punto de ganar un libro de la vida de San Juan Bosco en el concurso de catecismo de clase de religión. Ni de que se enamorara por primera vez a los catorce de una vecina que años mas tarde se mató en un accidente de tráfico, ni por aquel día que se bañó en pelota en una fiesta... otros también se bañaron sin aparentes efectos secundarios, ni por el hecho de haberse emborrachado de manera más o menos habitual desde los quince, ni por fumar porros, por más que alguno haya que lo piense, o por haberse bebido un trago de lejía, esto último de manera involuntaria, o eso dijo. Ni por no haber estudiado más que lo imprescindible, ni por no haber copiado en los exámenes por pura incompetencia. Ni por mezclar ropa blanca y de color en más de una lavadora ni por echar el humo por la nariz, ni por rascarse las cejas compulsivamente cuando veía el fútbol, ni por no haberse mordido las uñas desde que le pusieron aquel ungüento que sabía a rayos, ni por lavarse las manos dos veces antes de comer, ni por comer con el torso desnudo en verano ni por beber cerveza en abundancia ni por beber poco vino, solo con casera y sí ésta tenía gas, que si no, ni eso. Ni por retreparse en el sillón con las piernas sobre el brazo del tresillo ni por haber pegado los mocos en más de una ocasión debajo de aquel cuando no le miraban ni por haber sido descubierto el día que si le miraban, ni por tener calor en verano y frío en invierno, ni por gustarle ojear los “Burda Moden” cuando no miraba nadie. ¿De donde habrían salido aquellas revistas?. Ni por pasárselo bien cuando iba a su pueblo o por haberle arrancado la falda a la hija del alcalde cuando jugaban al pilla pilla. Ni por coger el teléfono con la derecha y luego cambiarlo a la izquierda ni por jugar a las bolas en un descampado lleno de condones, también hubo otros que lo hicieron, o por jugar a las chapas con cierta pericia o porque le gustaran los merengues y el tocino fresco.

No fue porque un verano se fuera de camping con los compañeros equivocados, ni porque a algunos de sus amigos les gustara el calimocho y a él no, que si lo bebió sin mesura fue por no desentonar. Ya dije lo del vino. No por bañarse en una laguna cuando el sol se ocultaba tras una cumbre, ni por caerse con la bicicleta y echarse la rodilla abajo, ni por volver a intentarlo, ni por que le quitaran una muela en plena adolescencia o por que le empastaran otras cuantas incluida una reconstrucción parcial. Ni por ponerse enfermo lo justo y necesario ni por ducharse poco en algunas épocas, que luego se ducho de más para compensar. Ni por haberse reído con sus amigos y de sus enemigos y de sus amigos y con sus enemigos y viceversa, ni porque un día estuvieran a punto de partirle la cara sin razón, que hubo otros muchos días que se la debieran haber partido y tampoco lo hicieron. Ni por no haber estado nunca escayolado. Ni por odiar la hípica y el golf y el arroz con leche y los productos PASCUAL, ni por lamentarse en vano, ni por carecer de orgullo, que ya hay en la vida otros que de eso van bien servidos. Ni por las humillaciones que sufrió que, al fin y al cabo, no fueron ni más ni perores que las de otros, ni por pasar hambre, que lo que se dice hambre hambre no pasó.

No por mangar algún que otro mechero sin querer, ni por hacerlo aposta con los bolígrafos de los compañeros ni por ser muy malo tomando apuntes ni por no haberse leído “el Quijote” que ya tendría tiempo, o no, o quizá lo empleara en otra cosa o tampoco. No por ser puntual casi siempre o por no haberlo sido cuando de verdad debió serlo, ni por flipar como un niño chico con el coche de pedales que tenía el tonto del pueblo, pero es que entonces era un niño chico, ni porque ahora, ya mayor, siguiera flipando con su solo recuerdo, con sus banderitas y su bocina, ni por haberse negado a subir en globo o a tirarse por una tirolina ni por no hacer la cama o hacerla mal aposta. Ni por mirar a escondidas, ni por remorderle la conciencia, ni por perder aquel autobús y aquel libro prestado y aquella pelota y las cartas de ella y unos discos, ni por otras muchas que ya se le habían olvidado, ni por golpear aquella mesa de nogal con la mano del almirez, ni por ocultarlo ni por haberlo negado todo. No por ser incapaz de escribir una sola línea sobre un papel en blanco, ni por formagr idgrrrrrr caguuuur aj aj aj gogogorgorgor, o algo así, que esto último ya no hubo quien lo entendiera.

Nada de eso, ni otras muchas más cosas que pasaron por su mente y que por cuestiones de espacio, tiempo y ganas me callo. No, nada de eso tuvo en realidad la culpa.

A la mañana siguiente, según dicen y él pudo ver aunque no pudiera contarlo, seguía allí tumbado tal cual cayó a la cama, con los ojos muy abiertos, y una mueca de dolor y autocomplacencia. Había hecho su último examen y ya serían otros los que le pondrían la nota.

Como siempre.


Encuentro casual.